Un libro con imágenes de sus obras y figuras en relieve fue en mi casa un agradable motivo de encuentro entre el abuelo y los nietos que oían entretenidos los relatos sobre el personaje central del cuento: Leonardo Da Vinci. Tenemos claro que la lectura es un buen alimento, y en este caso, también alimento del amor.
Pero volviendo al personaje, a toda esa suma de maravillas de la creación de su mente extraordinaria, no sabía yo que se podían añadir sus prácticas en la cocina.
Encuentro en el libro: “4.000 años de Historia culinaria” de Verónica Sánchez de Ospina, la referencia a los trabajos como cocinero de Da Vinci, en una taberna llamada Los Tres Caracoles, y también, a la que abrieron en Florencia, con su amigo, el otro gran pintor Sandro Boticelli.
Sin duda la buena cocina es un arte, pero en este caso, parece que estos grandes de la pintura no tuvieron tanto éxito: ¡quién sabe cuál habría sido la expresión enigmática del rostro de la Mona Lisa, al probar alguno de sus platos!